El día que los cerdos volaron
Pedro Meyer © 2009
La Ciudad de México es un lugar muy tranquilo estos días. Todos los restaurantes, bares, discos, centros nocturnos, boliches y billares están cerrados. No hay cines, galerías, museos ni actividades culturales. Tampoco hay encuentros deportivos ni actividades religiosas, como misas, por ejemplo. Todas las escuelas, desde preescolar hasta universidad también están cerradas. Se puede visitar a los amigos, desde luego, sin embargo, la mayoría prefiere quedarse en casa, conectada a la televisión, al teléfono, al celular o a la computadora. Mañana tampoco habrá negocios abiertos. Es una clausura de todo el sistema. La razón para hacer esto es para intentar mantenernos apartados unos de otros y evitar que la fiebre porcina se propague.
Como si este ominoso panorama no fuera suficiente, además tuvimos un temblor de 5.8 grados en la escala de Richter; por supuesto, éste fue seguido por unos vientos muy fuertes, y aún ahora no sé por qué escribo «por supuesto», pero me da la impresión que con el calor y lo que está pasando, con todo y la sacudida de tierra, como que los fuertes vientos fueran lo más natural que ocurriera. En fin, como resultado de tal ventisca en el área donde vivimos, la red eléctrica se cimbró y hubo todo tipo de cortocircuitos que originaron seis apagones durante el día. Cuando se va la energía eléctrica, se va el agua. Las bombas dejan de funcionar. Y todo esto en medio del temor de resultar contagiado, sin tener la certeza de cómo, ya que todo lo que sabemos se basa en meras especulaciones.
Tal parece que a la ciudad le hubieran pasado la aspiradora y se hubiera llevado a más de la mitad de la población, cosa que es buena, dado que la influenza porcina se transmite de humano a humano. Los resultados están por verse. Esperemos que por el bien de todos funcione la medida.
El aislamiento se ha vuelto peor debido a que muchas líneas aéreas de diferentes partes del mundo han cancelado sus servicios hacia México. La conciencia de esta cancelación es tan importante como la necesidad de saber que se puede viajar.
Una amiga, después de aterrizar en Shanghái, me reportó que tras platicar con el taxista y mencionarle como parte de la conversación que venía de México, éste detuvo el coche y le pidió que se bajara. O el caso de mi ex esposa, que fue a Nueva York a una junta de producción sobre la película en la que está trabajando, y la gente con la que se iba a reunir le pidió que se vieran en un parque, en lugar de sus oficinas. Dicha junta fue cancelada más tarde debido a que la gente que iba a asistir ni siquiera consideró un parque como un lugar seguro.
Me da la impresión de estar viviendo escenas sacadas del hundimiento del Titanic, con gente tratando de treparse a los botes salvavidas empujando a los demás y pensando sólo en sobrevivir a cualquier costo. Recuerdo la imagen de un hombre que intentaba subirse a un bote destinado para mujeres y niños, disfrazado de mujer. Lentamente la situación se ha vuelto peor cuando se le echa un vistazo al escenario internacional y al comportamiento de la gente en otros países.
La gente que se apresura para conseguir comida y llena el carrito hasta el tope aun cuando no le urge. Una mujer se llevó todas las latas de atún que había en el anaquel del súper… tendrá atún para el resto de sus días, pero ojo: ni siquiera hay escasez de alimentos en los mercados. A pesar de estos casos aislados, que seguramente podrían suceder dondequiera que la gente se ponga muy nerviosa, aquí en la ciudad de México, la población se ha comportado admirablemente bien, y un sentimiento de «estamos juntos en esto» ha aflorado en este momento de crisis (mientras no estornudes).
Del escenario internacional, el sentimiento que uno obtiene de las noticias es que estos son tiempos apocalípticos. Los mensajes de solidaridad del extranjero han sido escasos. En los Estados Unidos, en estos momentos los sentimientos antimexicanos no difieren demasiado con los que se oponen con mayor pasión a la inmigración mexicana y los que son un poco menos burdos.
Hasta ahora no ha habido evidencia de que el virus se transmita por comer puerco o por tocarlo. No obstante, con oportunismo político, Egipto ha ordenado el sacrificio de todo el ganado porcino de su país y ni siquiera tienen un caso de influenza porcina. ¿Qué tal esta previsión? Al mismo tiempo, en una conferencia de prensa en China, un alto mando declaró que cualquier sugerencia de que la influenza porcina se había originado en ese país, era totalmente injusta para sus cerdos. En un lugar matan a todos los cerdos, en el otro les rinden honores. De cualquier manera, en China hoy por hoy tratan a sus visitantes mexicanos con total desdén y falta de respeto, que resulta de una marcada diferencia con la que tienen hacia sus propios cerdos.
Pero aun con todo lo que está pasando a nuestro alrededor, queremos que sepan que ZoneZero se está produciendo en el corazón mismo de lo que ha sido llamada la cuna de la casi pandemia (la OMS declaró el nivel 5 de 6 posibles). Estamos trabajando desde nuestras diversas casas y haciendo que siga todo adelante, como siempre lo hemos hecho. Quiero asegurarles que nuestros mensajes les llegarán sin virus alguno, así que no hay de qué preocuparse.
«Cuando los cerdos vuelen» es una forma de decir que algo no sucederá jamás. Como lo explica la definición de la Wikipedia: «Los cerdos son animales pesados, sin alas y es imposible que vuelen”. Así que ‘cuando los cerdos vuelen’ es un tiempo que nunca llegará. La frase se usa con sentido humorístico para hacer mofa de alguien por intentar conseguir algo que está fuera de sus posibilidades. Pues bien, tal parece que ese tiempo ha llegado, que los cerdos están volando en efecto, con esta influenza porcina que se encuentra en el centro de la atención mundial.
Como quiera que estos eventos de salud se desarrollen finalmente, me complazco en compartir con ustedes que al parecer, los cerdos están también volando, el en el frente digital de la fotografía.
Esquire fotografió a Megan Fox para su portada de junio en video —supuestamente la primera vez que esto ocurre en el mundo de las revistas en donde una foto fija, es creada por medio de una cámara de imagen en movimiento.
Hemos escrito sobre esto en varios de nuestros editoriales anteriores, pero hasta ahora se ha vuelto una realidad. Y sólo estamos viendo el comienzo.
Por otra parte, abrimos una convocatoria en donde los invitamos cordialmente a compartir con nosotros sus fotografías (realizadas de la manera que lo deseen) de lo que está sucediendo en su mundo con esta epidemia de influenza porcina.
Con mis saludos desde la Ciudad de México.
Pedro Meyer
1º de mayo de 2009