Existen diferentes tipos de sueños en la fotografía, y este libro-exposición es uno de ellos.
El libro comienza en la ciudad, lugar de luz y de vida, de la abundancia del aquí, del camino que transforma a las cosas, las cosas con su sombra y su memoria; lo que las cosas son. El tiempo como discontinuidad, que transcurre con bailes y música, con sonrisas, con niños y niñas; con fantasía. La moda de los rulos, los zapatos a la medida del alma, el Ché, los paisajes, la vida en sus múltiples formas, los coches, el malecón. Es un baile emocional de imágenes que en algunos momentos pueden percibirse agrietadas, desmoronadas, transmitiendo una diversidad de emociones mezcladas en todas sus gamas. Pero también permiten el paso de la luz, que se filtra entre las grietas, disipando la oscuridad y creando nuevas formas, como una ruptura de la realidad.
Todo lo relacionado con esta exposición está vinculado al primer Coloquio Latinoamericano de Fotografía, celebrado en 1978 en la Ciudad de México. Este evento fue trascendental para la fotografía del continente, al ser el primero de la historia en reunir a fotógrafos y fotógrafas, críticos, historiadoras y teóricos, para dialogar sobre el estado de la fotografía en la región y sus posibilidades discursivas y narrativas.
Todo comenzó a tejerse cuando Pedro Meyer, con su esfuerzo, llevó a Nueva York una caja con fotografías de los miembros del grupo Arte Fotográfico, al que pertenecía, para participar en una revisión de portafolios en el Museo de Arte Moderno. Las instrucciones eran: dejar la caja en la recepción para su revisión. Al recoger la caja, que estaba intacta, sin siquiera una nota o señal de que las fotografías habían sido revisadas, Pedro, humillado, reconoció que como gremio no tenían su propia estructura cultural, y que tenían que tomar medidas por su propia cuenta para no depender de ajenos. Como no se conocían entre ellos lo primero que había que hacer era crear un directorio, y durante tres años estuvo escribiendo cartas con máquina de escribir y timbres postales para contactar a todos los fotógrafos posibles del continente. Así fue como poco a poco se fue logrando el terreno para la creación de los Coloquios y otras estructuras más.
El segundo Coloquio Latinoamericano se celebró también en México en 1982, y el tercero en La Habana en 1984, continuando con el legado de reflexión y colaboración, iniciado en la primera celebración. Este tercer Coloquio reforzó la conexión entre la isla y el movimiento fotográfico latinoamericano.
El libro cierra con el mar, el límite último de la isla, donde los sueños se juntan. Ese espacio sensible de oleaje melancólico, furioso a momentos, apacible en otros, que nos recuerda las primeras impresiones que nos dejan todas estas poderosas fotografías. Les invito a disfrutar el recorrido.